jueves, 4 de marzo de 2010

Chile, la tierra se mueve


A todos mis amigos
         Hace sólo unas horas que tenemos electricidad en el pueblo en que vivo. Estaba incomunicado, por casi seis días, y angustiado por no poder hacer nada útil. Al volver la luz, volvió también la esperanza y la comunicación con familiares y amigos. Quiero agradecer todos los saludos y la preocupación por mi y por mi familia y sobre todo, por éste sufrido país. A Jorge y Raquel, al Pere Pallares, a Juan Manuel Patón, con Ana e hijos, a Angels Martínez, a Felipe Sérvulo, a Idoia Verdini, todos ellos en Castelldefels; A Xavi Iglesias, en Sant Cugat del Valles, a Eduardo Mayans y familia, un amigo de hace muchos años, ahora de retorno a Barcelona, A mi hermano Roberto Farías en Torrevieja, a mis amigos José Carlos Rovira, en Alicante y Enrique Robertson, en Bielefield, Alemania, a Gunther Castanedo, donde quiera que esté, a Marcelita Reed, en EE.UU., a mi querida Inma Casas, en Zaragoza. Son varios más, no me olvido de ellos. Gracias a todos.
         A nivel personal debo contarles que el susto fue de muerte. Mi madre, un hermano, una hermana y un sobrino, estaban pasando el fin de semana en Pelluhue, uno de los pueblos más afectados, en el mismo epicentro del terremoto. Recién el día domingo supimos de ellos. Estaban bien y venían camino de Santiago, habían dormido dos días en los cerros, pasaron hambre y frío, pero salieron ilesos y ya están con nosotros. Los dos días que pasamos sin tener noticias fueron angustiantes.
         Durante estos días hemos vivido horas de angustia y de dolor. También hemos vivido muchos actos de coraje y heroísmo, como aquel bombero que, después de haber perdido a su esposa, su hija y su hermano, no ha dejado de trabajar por su comunidad en Constitución. O como la señora Fresia, que en su casa de Pelluhue tiene albergado a decenas de personas que han perdido a su familia, su casa y sus enseres. Son muchos los casos dignos de admiración. En estos eventos es cuando aflora lo que llamamos "la condición humana". Aflora con sus virtudes y defectos.
         Con la misma humildad y cariño con que quiero reflejar mi agradecimiento a los amigos y a los héroes anónimos, quiero hacer notar mi ira y mi desprecio, mi odio y mi repulsa por aquellos que han denigrado esa condición humana. Por aquellos que han saqueado las tiendas, no con comestibles, sino que con electrodomésticos; por aquellos que, después de robar, han incendiado almacenes con personas dentro. Para aquellos hijos de puta (es posible que sus madres no lo sean, pero ellos si que son unos hijos de puta), mi absoluto desprecio.
         Mi ira y mi repulsa por aquellos comerciantes que se aprovechan de una catástrofe para subir los precios de los comestibles, esos merecerían ser saqueados. Mi protesta contra aquellos que construyeron viviendas y edificios con absoluta falta a las normas de construcción, a la moral y a la ética. La norma chilena contempla un coeficiente antisísmico para un terremoto de grado 9. La prueba de ello es que la mayoría de las edificaciones no se cayeron ni sufrieron daños. Se cayeron las que estaban mal construidas, las que, por orden de los inversores, ahorraron en la calidad de los materiales y en los estudios de suelo. No se puede argumentar, tan cínicamente, que "esto en un sismo nunca visto", porque, sencillamente, no es cierto.
         Mi odio y mi desprecio para aquellos políticos que han querido sacar provecho de esta situación, mintiendo y denigrando a nuestra presidenta y a su Gobierno; para aquellos políticos que, sentados cómodamente en su casa, hacían declaraciones de protesta por la demora en la ayuda a "su región", mientras ellos no se movían para ayudar a "su región". Mi indignación por aquellos que mienten y que, como Pilatos, se lavan las manos. Ahora, poco a poco, comenzamos a saber la verdad. La Presidenta no contó a tiempo con naves de la Fuerza Aérea para sobrevolar las zonas devastadas. No contó a tiempo con personal del ejército para declarar Estado de Catástrofe y poder implantar el toque de queda. La Oficina Nacional de Emergencia no contó a tiempo con el informe de la Armada de Chile para dar la alerta de sunami. Estos mismos políticos y personajillos, son los que, en sus primeras declaraciones, culparon al Gobierno por una serie de errores, haciéndose eco de ellos gran parte de la población.
         No soy partidario de la coalición de Gobierno, estoy muy lejos de ello. Pero tampoco soy partidario de aquellos políticos que mienten descaradamente para sacar partido. Son los mismos que, en los últimos años, siempre hablan en nombre del pueblo y creen ser dueños de la verdad, esos que tan a menudo dicen: "lo que quieren los chilenos es...." y ni siquiera conocen al pueblo chileno. Son los mismos de siempre, los que no se les caen las casas con un terremoto, los que no sufren las crisis, a los que no les falta la medicina ni la educación privada para sus hijos.
         En mi pequeño pueblo, dentro de la Región Metropolitana, donde hay aun muchas casas de adobe, el terremoto se hizo sentir con mucha violencia. Se cayeron casas, otras quedaron a punto de caer. Cayeron escuelas y está a punto de caer la torre de la iglesia. También aquí afloró la diversidad de la condición humana. Me llamó la atención la pasividad de las autoridades. El día sábado y el domingo, la municipalidad (Ayuntamiento) permaneció con sus puertas cerradas. No había una oficina de información, ni de socorro, ni de ayuda para las comunicaciones. Recién el lunes, cuando en la puerta ya había una larga fila de personas damnificadas, las autoridades se reunieron para decidir hacer un catastro de las casas afectadas por el sismo. Por cierto, como técnico me ofrecí voluntario para hacer ese trabajo o cualquier otro. Tomaron mis datos y aun espero que me llamen.
         El día domingo fui a cargar mi teléfono móvil en la Comisaría de Carabineros, también a preguntar si tenían comunicación con Pelluhue, donde estaba mi familia. En el mismo momento en que me decían que no tenían forma de comunicarse, escuchaba por la radio interna que hablaban con Pelluhue. Al volver a casa, entré en un bar de la plaza del pueblo -ahí tenían electricidad-, para ver las noticias que trasmitía la televisión. Es un bar donde he comido muchas veces. El dueño me miro y me hizo un gesto de desagrado, si no consumía algo no podías estar viendo la TV. Es posible que sangre por la herida, que hable con rabia y con ira, pero son hechos y los hechos son indesmentibles. También en mi pueblo hay voluntarios, también hay solidarios, (en este momento mi hermano y mi sobrino viajan a Pelluhue con una caravana de camiones cargados de ayuda, estoy muy orgulloso de ellos), pero los hijos de puta se hacen notar más que los otros.
         A propósito de solidaridad, amigos, reitero, no necesito nada, estoy bien, pero en mi pueblo hay gente que necesita ayuda para reconstruir sus casa. Ya he propuesto a algunas personas un plan de acción. Espero la colaboración de todos vosotros